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domingo, 9 de marzo de 2014

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Una historia que escribi para otro blog hace algunos ayeres

Siempre quise ser maestra, fue el sueño de toda mi vida, recuerdo que de pequeña jugaba a la escuelita, mi cama eran los pupitres y todos mis peluches mis alumnos, la puerta era el pizarrón, me pasaba horas enseñándole tantas cosas a mis peluches al final de “la clase” uno de mis peludos alumnos terminaba dándome una manzana de goma y diciéndome “eres la mejor maestra”, era feliz, porque sabía que algún día un niño de verdad me lo diría. 

Admito que influyo mucho el hecho de que mis padres fueran maestros en mi pasión por la docencia, adoraba escuchar a papá hablar acerca de sus alumnos que menganito es un genio que si sigue así pondrá poner el nombre de México en alto, que es una pena que Susanito no le eche ganas a la escuela que tiene mucho potencial, que los libros de este año no tienen todo el conocimiento necesario para los niños, etcétera. Veía a mamá desvelarse noche tras noche calificando exámenes leyendo reportes, planificando su clase, me sentía muy orgullosa de ambos. Así que cuando me gradué como maestra, quería seguir el mismo ejemplo de ellos, ponerle todo el empeño para que algún día mis ex alumnos al escuchar mi nombre dijeran llenos de orgullo “Ella fue mi maestra y fue la mejor” 

Había recibido la plaza en un pueblo llamado “La solitaria”, mi papá me había dicho que para ser un buen maestro se tenía que sufrir, y eso consistía en alejarse de los seres queridos, en eso estaba de acuerdo con él, fue triste la despedida pero prometí llamarle cada vez que necesitara de su ayuda. 

Adaptarme en la “Solitaria” fue fácil todos me trataban con cariño y respeto, sobre todo los niños del salón de clases en el cual impartía por primera vez, sentía que yo podía cambiar el destino de los niños hacerlos hombres y mujeres de bien, demasiada ingenua pero ¿Qué profesor no quiere cambiar el destino de su alumno? Mi papá siempre me decía, lo bien que se sentía ver a un ex alumno triunfar, saber que uno formo parte de su desarrollo académico, yo quería sentirme igual que él, alimentar mi ego como docente. 

Me sentía feliz, reafirmaba que yo había nacido para enseñar y que nada podía cambiar mi opinión, pero cuando llego él me hizo dudar.
Marquito era el típico niño problema, nunca acataba las ordenes del profesor siempre buscaba el menor motivo para molestar a sus compañeros, y siempre terminaba retándome, lo habían corrido de su anterior escuela por haber tirado a la profesora de las escaleras, todo había quedado en un “accidente” debido a que Marquito era el mismísimo hijo del presidente municipal, el día que llego al salón de clases de una manera muy altanera me dijo: 
- Maestra de una vez le digo que en cualquier escuela a la que yo vaya siempre se hace lo que a mí me dé la gana.
Fue ahí cuando empezó mi tortura. 

Marquito siempre llegaba tarde a clases nunca hacia la tarea se la pasaba molestando a sus compañeros a Lupita le pegaba chicles en el cabello, en el recreo siempre le quitaba el lonche a Alex, a Daniel le robaba sus lentes, las veces que intentaba imponer mi autoridad hacia el siempre terminaba siendo reprimida por el director 

- Lo mejor será que deje pasar, las travesuras de Marco, maestra 
- ¿Pero porque señor director? Marco es un niño extremadamente travieso, alguien tiene que ponerle un alto, si así es de niño imagínese cuando crezca. 
- Maestra créame que a mí me encantaría castigar duramente a Marco, pero como comprenderá es el hijo del presidente municipal, eso lo hace intocable, imagínese si lo corremos de la escuela, el presidente le quitaría toda la ayuda a la escuela, lo mejor será que lo siga soportando, el ciclo escolar pasa muy rápido. 
- ¿pretende que pase a Marco de grado? 
- Por supuesto maestra no quiero tener ninguna clase de problema con el presidente municipal. 
No pude hacer nada más que acatar las órdenes del director. 

Los meses pasaron, tuve que aguantar todas las travesuras de Marquito, los abusos hacia sus compañeros, sus humillaciones hacia mí, todo. Y cuando pensaba que nada podía empeorar, pues sucedió. Las travesuras de Marquito fueron subiendo de nivel, las cuales siempre eran aplaudidas por su sequito de amigos Glonilda, y Arti. 

Empezó a romper el inmobiliario del salón cuando se lo reprochaba siempre me contestaba “A usted que le importa pinche vieja, mi papá lo paga ¿no?” Un día desapareció Tonch, un conejito blanco que era la mascota del salón, a los pocos días apareció colgado dentro del salón 
- ¡Maestra, Maestra! Yo lo vi, él fue quien mato a Tonch-, entro llorando Lupita 
- ¿Fue Marquito verdad?-, pregunte 
- Pues quien más, maestra Marquito es el diablo en persona, usted sabe que yo nunca le deseo el mal a nadie, pero esta vez quiero que le pase algo muy malo a Marquito 
- No digas eso Lupita, yo voy arreglar esto no te preocupes-, le dije para después abrazarla. 
Esa misma tarde hable con Marquito 
- ¿Por qué mataste al conejo? 
- Porque si 
- El conejito era tan solo un indefenso animalito que a nadie le hacía mal, al contrario traía felicidad a la clase 
- Pues a mí me caía gordo, siempre se me quedaba viendo con esos ojos rojos 
- No te das cuenta que si te sigues portando igual de mal dios te va a castigar 
- Dios no existe maestra, no se da cuenta que es solo una invención para aplacar a la gente 
- Eso no es cierto Marquito 
- Si es cierto maestra mi papa siempre lo dice y deje de estar chingandome 

A la siguiente semana encontraron ahogado en el aljibe de la escuela al gato de Doña Chepis, la dueña de la estancia donde me quedaba, había sido Marquito y sus amigos, después de eso encerraron en la bodega de educación física durante una noche completa a Benjamín, había robado el reloj del director y se lo había puesto en la mochila a Oliver, lo suspendieron por una semana, a pesar de saber que él no había sido el culpable si no Marquito. 

Era una tarde calurosa, me había quedado sola en la escuela revisando exámenes, todo era silencioso y calmado, hasta que empecé a escuchar unos gritos y risas provenientes del patio, de inmediato pude reconocer la voz de Marco, aunque no estaba tan segura de quien podría ser el que gritaba, baje hasta el patio, en efecto era Marquito que se encontraba cerca al aljibe, con el estaba Lupita que gritaba y lloraba desesperadamente, el intentaba tirarla al aljibe. 

Corrí hasta ellos tome a Lupita de un brazo y la aparte de él, después le di una fuerte cachetada a Marquito 
- ¿Estás bien Lupita, te hizo daño? 
- Me dijo que si no venía con él iba ahogar a mi perrito como lo hizo con el gatito de Doña Chepis, cuando llegue, dijo que ya lo había ahogado, me acerque y me agarro del pelo y quería aventarme-, dijo llorando 
- ¡No seas pinche mentirosa Lupe! Era un juego para que se te quitara lo pinche chismosa 
- ¡No es cierto!, tú me dijiste que me ibas a matar, por chismosa 
- Lupita vete a tu casa yo me encargo de Marquito 

Lupita corrió hacia la salida y me quede sola con Marco que se frotaba la mejilla por la cachetada 
- Has llegado al límite, no me importa si el director no está de acuerdo conmigo pero a mi clase ya no entras y olvídate de pasar de año 
- Usted cree que me da miedo eso vieja pinche, usted es la que debe tenerme miedo le voy a decir a mi papá que me golpeo y que quiso abusar de mi, y de mi cuenta corre que la quiten como maestra y la metan a la cárcel para siempre, y cuando usted este en la cárcel voy a ahogar a Lupita y nadie me va hacer nada. 

Al escuchar a Marco decir eso, un odio se apodero de mí, lo tome del brazo fuertemente lo jale hasta el aljibe y lo avente con todas mis fuerzas, sin darle tiempo de que pudiera salir cerré el aljibe con la tapa de cemento, me senté sobre la tapa, mientras escuchaba los gritos de auxilio de Marquito 
- ¡Maestra sáqueme de aquí le prometo que voy a ser niño bueno, sáqueme! 
Intento aventar la tapa pero le fue imposible debido al peso de esta y al mío. Finalmente Marquito dejo de gritar, me levante del suelo no quise quitar la tapa para comprobar que se había ahogado. 
Me dirigí al salón seguí revisando exámenes, como si nada hubiera pasado. 

Hoy me encuentro con Lupita pegando carteles en la calle, para “encontrar” a Marquito, las dos sabemos lo que realmente paso, pero lo callamos, se que algún día lo encontraran, tarde o temprano abrirán el aljibe y lo encontraran flotando en el agua, sabrán que fui yo y me meterán en la cárcel, pero mientras tanto me encuentro aquí pegando carteles por toda “La solitaria”, esperando que alguien “encuentre a Marquito”